7/11/2008

Autosuficiente

No es un misterio para nadie el hecho de que las mujeres no somos precisamente fanáticas de los autos. Bueno, obviamente más de alguna mujer tuerca habrá, porque de todo hay en la Viña del Señor. Pero no es la regla. Nosotras, las del sexo débil, nos fijamos más en el color del tapiz que en la cilindrada. Total, mientras ande... Los hombres no entienden este desprendimiento, pero bueno, nosotras no entendemos que se pongan zapatos café con calcetines blancos y ellos tan contentos. Hay muchos hombres que prefieren el auto a la polola. Y para qué entrar en la clásica teoría de la relación inversamente proporcional entre largo de la carrocería y tamaño de los genitales... Lo que está claro es que un auto de esos rimbombantes, tipo Ferrari o Porsche, son como un imán para cierta clase de féminas a las que les importa un pepino si el auto tiene llantas de aleación, pero que saben tasar la billetera del (usualmente) guatón pelado pésimo que está detrás del volante según el modelito del auto. Un auto topísimo es igual a sexo para un hombre. Para nosotras, es la manera de evitarse los piques en micro y la posibilidad de poner el aire acondicionado y la radio a todo chancho, además de llenar la maleta de porquerías variadas. Pero en general el "vehículo particular motorizado" es un absoluto misterio para nosotras. Creo que tendría más éxito abriendo un cuerpo humano que un capó. Si un chanta de garage me dice que a mi auto se le tapó el chicler de baja o le falló la homocinética, no me queda más que creerle. Los hombres seguro moverán la cabeza escandalizados, pero la verdad es que ellos tampoco saben mucho más. Primero muertos que confesarlo, eso sí. En caso de pana abren el capó, murmuran compungidos, se pasean circunspectos, apretan un par de bornes, mueven un par de cablecitos y finalmente buscan a alguien que los ayude a empujar hasta la bomba de bencina más cercana. Pero hay un ámbito en el que ellos (creen que) nos dan cancha, tiro y lado. El famoso cambio de ruedas. No hay que ser un genio, sólo tener fuerza bruta. Pero por la reacción masculina de orgullo y paternalismo que les da cambiar un neumático, cualquiera diría que hay que sacar un doctorado en Física Cuántica antes de siquiera osar pescar una gata. Mi amiga Witch rabiaba contra eso, decía que ella no estaba para depender de nadie, etc. y aprendió a cambiar la rueda (la típica: soltar un poco los cuatro pernos...). En unas vacaciones pinchamos un neumático en plena carretera. Yo altiro propuse parar a alguien para que nos ayudara, pero a ella le bajó la independencia. Se bajó resuelta, sacó gata, llave de cruz y toda la parafernalia. Y empezó a trabajar como loca, cada vez más entierrada y sudorosa. Yo me paseaba por la berma, poniendo una cara digna pero suplicante a la vez (no es fácil lograr eso...). Hasta que paró un camión lleno de tipos musculosos y ansiosos por ayudar. Witch, enfurecida, no quería ceder, pero yo con una sonrisita les dije que le dieran no más. En dos segundos cambiaron la rueda, quedaron llenos de tierra y esa como grasa asquerosa que tienen las ruedas y se fueron jurándose como mínimo el hermano grande de Superman. Witch, furiosa, alegaba que claro, que ahora esos tipos se van a llenar la boca con que las minas no se la pueden solas, que ni siquiera pueden cambiar una rueda... Yo le decía que filo, que en el fondo los usamos bien usados, se entierraron bien entierrados y se fueron bien contentos, mientras que nosotras sabemos que en casos extremos igual cambiamos la rueda, pero si es posible evitarlo y no ensuciarse ni una uña, mejor todavía. De hecho, mi mamá y una amiga (o sea dos señoras respetables, no fisicoculturistas enajenadas ni nada por el estilo) cambiaron una rueda de noche en el Cajón del Maipo, iluminadas con un cabo de vela que ve tú a saber porqué mi mamá guardaba en la guantera.

Pero claro, lo relacionado con el auto no es lo que más nos fascina. Sobre todo ahora que los autos cada vez son más complicados... como cada vez más cosas son eléctricas y computarizadas, si algo falla se va todo a la mierda. Antes las panas eran simples, se solucionaban con métodos artesanales (como la famosa panty remplazando de manera provisoria la correa del ventilador...). Con mis amigas Chasca y Serranidae partimos una vez al norte en una camioneta que se caía de vieja y que se llamaba la Puajj (imagínense aquello). Pues bien, nos dimos cuenta en Antofagasta que el radiador estaba perforado. Pero partimos igual a San Pedro, munidas de bidones de agua, y parábamos cada 50 kilómetros a rellenar el radiador. Problema resuelto. Pero en estas últimas vacaciones, en Alicante, estaba con mi amiga Chasca y no fue tan fácil esta vez. Llegamos al auto de vuelta de una agotadora sesión de shopping, cargadas con ropa, libros, tecitos aromatizados... La Chasca se sienta en el lugar del conductor, mete la llave, la gira... Y la maldita llave literalmente se desintegra entre sus dedos. Era una llave rasca, de repuesto, de esas con plástico negro, no de esas megatecnológicas que abren el auto y prenden la calefacción a distancia. Las piezas se esparcieron por el piso. La volvimos a armar, y el auto no prendió más. Era como si le faltara el último empujoncito: sonaba el contacto, el motor parecía a punto de ponerse en marcha, pero nunca llegaba a sonar "vroumvroum" como debería. Pasamos horas en eso. La Chasca llamó al marido para ver qué hacía y de paso putearlo por no haber llevado el auto a revisión, etc. Por mientras, el estacionamiento se encarecía. El seguro no contemplaba grua, asi que se venía soltar hasta 100 euros por la gracia. El asunto ya tomaba ribetes tragicómicos, con toda la familia de Juanma (marido de Chasca) llamando para dar consejos, el papá diciéndonos que miráramos bajo el capó a ver si no eran las bujías... Y todos, si excepción, pasaban por el "¿y están seguras de que tiene bencina?". Si, nunca tan giles... descartamos también la batería, todo el sistema eléctrico se veía de lo más robusto. Juanma ya se estaba devolviendo del monte donde sacrificadamente trabajaba cuando la Chasca le dice "Ah, y tráete las otras llaves, que esta de repuesto se rompió". Próxima frase que le oigo decir: "¡¿Qué chip?!". Y bueno, resulta que ahora las llaves vienen con un chip para evitar que alguien les saque copia... Y Juanma, atinadamente, preguntó si le habíamos puesto bien el chip a la famosa llave. Tuvimos que devolvernos, buscar por todos lados hasta encontrar un plastiquito negro insignificante, desarmar la llave, poner el famoso chip, rearmar el sistema y listo, el auto partió ronroneando como un gatito. Y claro, Juanma no podía creer que no supiéramos que las llaves tenían chip. Según yo, eso nunca salió en el diario... No veo por qué tendríamos que saber algo así. Yo me acordaba patente de haber mandado a hacer copias de la llave de mi auto. Pero esos días ya han quedado atrás. Ahora cada vez es más complejo. Se suelta un cablecito y listo, el auto no parte más. Pero el no saber esas cosas no es privativo de las mujeres... según mi mini-encuesta, muchos hombres tampoco tenían idea de que las llaves venían con chip. Y Witch lo tenía más que claro.

Otro item de conflicto automotriz es la conducción. Típico cliché, las mujeres manejamos pésimo. Hya una cosa que sí creo que es cierta: muchas veces las mujeres exageran en prudencia, lo que hace que dejen la escoba porque no se atreven a tirarse de una y trancan todo el proceso, arman taco y exasperan a todo el mundo. Y estacionarse no es de nuestras cosas preferidas. Es típico que los autos de mujeres tengan un topón en la puerta del copiloto, producto de esto. Pero los que más se matan en auto son hombres... Ven la carretera como un campo de batalla, lo que a mi parecer es bien absurdo. ¿Cuál es el afán de adelantar a todo el mundo y tratar de meterse en los huequitos más chicos entre dos autos como si fueran en una de esas persecuciones de película? ¿Para qué apurarse si no se está atrasado? Mi ex decía que manejaba bien, lo que en términos generales era cierto. Pero no tan sólo una vez hizo maniobras arriesgadas que nos dejaron a todos los pasajeros con el credo en la boca. Camino a un matrimonio, casi se incrusta en una micro. Íbamos cinco en ese auto... a la fiesta nos fuimos los dos solos, nadie más se quizo subir a nuestro auto de nuevo. Y así muchas... Pero anda a decirle que eso no era manejar bien. Otra vez le dio por adelantar en un camino rural de una vía... en eso viene un auto en contra, terminamos en la berma del otro lado... Con mi papá también nos pasó lo mismo... Con el papá de una amiga casi chocamos de frente con un bus... Cosas del oficio, dicen ellos. Imprudencia temeraria, digo yo. Un choque múltiple con resultado de muerte indica peor manejo que un abollón en la puerta, y eso no hay quién me convenza de lo contrario.