
A quién no le ha pasado confundirse, pajaronearse, irse en volá y quedar en ridículo. Si uno tiene la autoestima bien puesta puede aguantar hacer un ratito el loco, pero en terrenos amorosos la tolerancia al ridículo baja considerablemente. Una trata de mantener la compostura, poner cara de "aquí no ha pasado nada" y adoptar un aire de distante misterio. Mal. Por ejemplo, el tema con toda clase de accidentes fisiológicos da como para una enciclopedia. Yo hasta he fingido un arrepentimiento feroz del tipo "¡No! ¡Esto no puede ser!" para ocultar un indiscretísimo crujido de tripas. Preferí el drama a la plancha. Otra vez tuve que cometer un acto repulsivo. Por primera vez mi Príncipe Azul, ese que no me había pescado en años, finalmente se decidía a besarme. Estábamos en una pieza a oscuras, tendidos en el suelo, cuando por un evidente mal manejo motriz mi querubín me pegó un sendo codazo en la nariz. De inmediato sentí cómo se me inundaba la boca de sangre. La reacción lógica habría sido pararse, ir al baño, contener la hemorragia, etc. Pero no: no me iba a exponer a esa situación de ridículo público. Estoicamente empecé a tragar, con tanta aplicación que mi galán nunca se enteró de que casi me deja a lo Martín Vargas. Lo peor fue cuando salió el coágulo, y me lo tuve que tragar también. Se me llenaron los ojos de lágrimas del asco. Pero al menos él nunca se enteró. Salvé digna. No siempre he tenido la misma suerte: una vez me atraganté con un mondadientes (sí, casi me lo tragué...) y escupí pollo a varios metros a mi alrededor, quedando incluso con un pedazo de pollo en la frente que fue delicadamente señalado por mi acompañante. Ajjjjjjjjj. Y para qué cuento todo esto, por qué esta catarsis pública de mis torpezas. La idea es la siguiente: ahora les toca a ustedes. Cuéntenme sus chascarrillos, propios o ajenos. Hagamos un catastro de situaciones olvidables, de esos momentos antiKodak. Porque todos hemos estado ahí, en esa situación en que te crees lo máximo, lejos lo mejor, más seductor y rico del Universo, la tan codiciada última CocaCola del desierto. Hasta que algo te hace caer al nivel de los mortales y te deja revolcándote en tu miseria. Démonos cuenta: a todos nos pasa. Así que a no avergonzarse tanto y a ser caritativo con las vergüenzas ajenas. Catarsis, ésa es la solución.