12/23/2006

Jingle Bells

Es época de Navidad. Y me encanta. Amo comprar regalos, me fascina hacer regalos con mis propias manitos, me trastorna pensar en qué me van a regalar a mí. Armo arbolito, pongo un adorno navideño en la puerta. Envuelvo mis regalos. O sea, full espíritu navideño. Hasta he hecho galletas... Por eso me cuesta entender el sentimiento generalizado de odio a la Navidad. Ese dejo amargo de decir que la Pascua es puro consumismo. Esa frase de "la Pascua es para los niños". No hace mucho nosotros éramos niños. Y si ya fue hace demasiado, esta es la época ideal para reconectarse con esa parte de nuestra infancia, esa que esperaba las 12 con los ojos brillantes, mirando el cielo para ver el trineo del Viejito Pascuero. Porque la Pascua es para todos. Claro, entiendo el concepto de lo apestoso que es bancarse horas y horas de taco a 30ºC (de hecho llegué media hora tarde a una entrevista de pega porque quedé atrapada en las inmediaciones del Apumanque) y andar en medio de un rebaño humano en los malls. Además, es increíble la cantidad de regalos cacho que uno se tiene que embuchar, onda los conserjes, la peluquera, el amigo secreto, el sobrino de la amiga de la mamá, cosas así. Pero hay que enfocarse en lo bueno. En la posibilidad de regalarle el regalo justo a alguien que quieres. En recibir eso que querías de manos de quien te quiere de vuelta. En lo linda que se ve la calle Pedro de Valdivia de noche, con los árboles llenos de lucecitas blancas. En comer rico rodeado de tu familia o amigos. En lo entretenido que es abrir regalos, aunque sea un par de calcetines. En el calorcito con brisa de las noches de Diciembre. Por eso hay que dejar de lado al Grinch que amenaza con salir cada vez que tenemos que hacer cola para pagar en alguna tienda. Para recuperar esa alegría que teníamos de chicos. Un día de Julio, cuando tenía como 5 años, me asomé a mi ventana y vi al Viejo Pascuero. Estaba agachado, mirando por la cerradura de mi casa, y detrás de él estaba el trineo con los 6 renos, moviendo la cabeza, inquietos. Supongo que lo soñé, o aluciné. Pero todavía me acuerdo de la emoción inmensa que sentí. Por eso creí en el Viejo Pascuero hasta como los 10 años, defendiéndolo a brazo partido de mis compañeros más escépticos. Cuando dejé de creer, igual esa emoción se me quedó grabada. Y de ahí en adelante siempre me gustó esta época, las Pascuas multitudinarias en la casa de mi abuela. Este año es el primero sin mi preciosa abuela, a ella también le gustaba la Navidad. Hacía queques, jaleas, kuchenes de guinda negra. Sé que me va a dar una pena enorme no estar con ella, no poder regalarle algo. Pero aquí siguen mis otros seres queridos, mis sobrinos, mis hermanas, mis papás. Todos. Por eso, les deseo a todos los que van a leer esto una muy feliz Navidad. Porque yo sé que la mía va a ser feliz.

12/13/2006

El Verano, Parte III - El regreso de la lechuguita


Después de mucho tiempo sin actualizar, vuelvo con la tercera parte y final de esta saga. Como podrán adivinar, se viene en el ítem "Dietas". Según leía, más del 80% de las mujeres hace o ha hecho dieta en algún momento. O sea, mucho. Hay que hacer dieta, se ve casi como símbolo de status. Ser gorda a estas alturas ya se ve como ser mala persona, una tipa indolente y de poca voluntad, alguien con serios problemas emocionales y que pone en peligro extremo su salud. Injusto, peor es fumar pero eso sí que pasa piola. Por esa carga esque tarde o temprano hasta la más flaca se mete en una dieta. Dietas hay tantas como mujeres en el mundo. Algunas tan sui generis como la dieta de la pizza y el helado (sip, justamente, pizza y helado... no sé por qué pero no me tinca muy efectiva). Otras tan salvajes como la dieta de la Fuerza Aérea. No sé ustedes, pero yo ni muerta me subo a un avión piloteado por un tipo que desayunó café con edulcorante y almorzó un huevo duro y un tomate. En cualquier minuto al piloto le da la pálida y de ahí a terminar en onda "El milagro del Los Andes" hay un puro pasito. Mi hermanastra tuvo que hacer una dieta tipo Atkins, de sobrecarga de proteínas. Desayunaba bistec con huevo... puaj. Igual bajó, pero imagino que sus arterias deben de haber quedado bastante más acolchonaditas. Y después, por cierto, volvió a subir. Otra amiga se hizo la famosísima dieta de la sopa, que te tiene comiendo sopita con repollo todos los días. Resultado: tenía la guata tan hinchada que parecía un zeppelín, y más encima se tiraba unos peos terroríficos. Mi hermana decidió hacer las cosas bien, y fue a un nutricionista. Éste le dio tres listas: una roja (con alimentos prohibidos como chocolates, etc), una amarilla (con alimentos para comer con moderación, como pollo, tomate, etc) y una verde para comer a destajo. Por supuesto, la primera que estudiamos fue ésa, para saber con qué podíamos patachear. Y bueno, ahora sabemos que si una quiere comer sin parar kilos de canela u orégano, lo puede hacer sin remordimientos. Y sería. Yo también fui a un nutricionista. Impecable la dieta: casi sin restricciones, una maravilla. Y bajé 5 kilos en un mes. El tema es que era con pastillitas, y la verdad es que me dejaban hiperactiva, parecía perro poodle con hiperkinesis. Así que las dejé, y subí de nuevo mis 5 kilos regalones. El encantador efecto yo-yo, que te deja con estrías y la sensación de una batalla perdida. Una de las dietas más bonitas por lo esotérica es sin duda la dieta de la Luna. Supuestamente si uno ayuna cuando la Luna está en una fase particular, baja entre 1 a 3 kilos en un día, peso que no se vuelve a ganar "salvo algunas excepciones" (sacado de http://www.lasdietas.com.ar/General.htm). O sea, jajaja. Mula. Otra que supuestamente funciona es la antidieta, o sea no mezclar carbohidratos con proteínas. Adiós al bistec con papas. Pero la verdad es que todo el discurso seudocientífico detrás pesa menos que paquete de cabritas (que podrías comer siempre y cuando no las acompañes con un pedazo de salame). Y así miles de dietas, algunas fantasiosas y otras más aterrizadas. Y al final el tema es simple: no hay que comer cochinadas. Si hay que comer, que sea cazuela y no Mc Burger. No a los Super8, papas fritas, copete, cochinaditas varias llenas de azúcar y grasa. Suena fácil. Hasta que camines delante del próximo kiosko o vayas al próximo bar. Total, un Trencito casi no engorda, ¿cierto?

10/25/2006

El Verano, parte II - La celulitis contraataca


Siguiendo con esta saga de terror, el item de la celulitis y el "contorno corporal" se impone. Es en esta época cuando, corcheteados con los folletos de bikinis, vienen los folletos dedicados a la Semana de la Belleza. Si uno abre ese catálogo encuentra dos o tres sombras de ojos, algo así como cinco rouges, bastantes autobronceantes y una avalancha de cremitas para la celulitis. Se capta el mensaje: con celulitis no eres linda. Lo más triste de todo esto es que cerca del 80% de las féminas, gordas y flacas, tenemos celulitis. De hecho unos científicos por ahí discutían si nombrarla como un carácter secundario más, junto con los pelos de las axilas y la barba de los hombres. O sea, de nuevo luchando con la naturaleza. Pero bueno. Abrimos el catálogo de colores brillantes y textura satinada, y empezamos a leer mil nombres de fantasía: Lipofactor, Lipidiose, Abdochoc, Celulichoc, Slimm Gel, Celluli-Zone, Lift Minceur, Lipocure, Systeme Minceur, Perfect Slim, Slim Success, Good Bye Celulitis... Y así se podría seguir por horas. Todas las cremas carísimas, a excepción de una o dos cremitas que dan mala espina. Todas prometen sacar lo que ha estado ahí hace milenios y que ni horas de gimnasio ni dietas exhaustivas han logrado erradicar. Y si una lee los efectos, es algo así como "Reduce 1,9 cm (¡¡¡1,9 no es nada!!!) en un mes, testeado en 20 mujeres". O sea, la nada misma. Y usan palabras tan asquerosas como "desincrustante". No puedo dejar de imaginarme sacándome pelotas de grasa dura con un cuchillito cuando leo esa palabra. Pero inevitablemente una cae, al menos una vez en su vida. Empieza súper aplicada, con los 10 minutos de masajes circulares reglamentarios. Pero a la semana ya dio lata masajearse tanto, la crema pasa al olvido y se le empiezan a formar depósitos de crema seca en la tapa. Y ahí empieza el letargo del frasquito de anticelulítico, hasta que se reanuda la sicosis del "tratamiento". Pero ya la crema no es la misma, ya no tiene el mismo olor ni textura, y la celulitis sigue tan campante. ¿Será porque una no fue constante en la aplicación? ¿O simplemente por que no sirven? Me inclino por la última. Se supone que tomando 8 vasos de agua diarios, eliminando las bebidas con gas y la cafeína se atenúa la celulitis. Entonces aparecen en Octubre manadas de mujeres con la botellita Cachantún rellenada con agua de la llave, tibia, con gusto a cloro, y vamos tomando agüita. Y con el tema de las bebidas, ahora resulta que la CocaCola Light también es pecado... Aunque hasta el momento nadie logra explicarme cómo el gas carbónico pasa al torrente y llega directo a la grasa para inflarla e "incrustarla". Otro ítem aparte son los drenajes linfáticos, dolorosos y caros. O la endermología, donde te encuelven como a un wantán y después te pasan unos rodillos que te amasan las presas. Todo carísimo. ¿No saldrá más fácil aceptar que una es así no más, con celulitis? Total, nunca es para tanto. Las que más se quejan son las que menos tienen. Además, todo es cuestión de moda. En la literatura erótica clásica se habla seguido de "los hoyuelos de sus nalgas". Esos hoyuelos no eran otra cosa que alegre y danzante celulitis. Así que dejemos de gastar plata en cremitas que ni siquiera sirven, y listo. Total, así no más estamos hechas. Es lo que hay.

9/30/2006

El Verano, parte I - Buscando el trajebaño ideal

Si, ya se acerca. Casi está con nosotras. Es El Verano, época donde nuestros pecados se exponen en forma de blanca carne fofa. Porque el principio del verano es harto más inclemente, cuando la piel muestra cada mínima imperfección con rigurosidad cirujana. Después el suave color dorado de la piel expuesta a los UV hace que la cosa se ponga menos dramática, y el rollito ya pase algo más piola. En esta época empieza la sicosis preveraniega postdieciochera. Es cuando los agricultores que cultivan lechuga vuelven a sentir que le dieron el palo al gato. Donde las mujeres entran en una compulsión anticalórica. Y donde los hombres siguen como si nada, total, ellos no tienen para qué ser flacos si gordos igual les va bien. Los catálogos de las grandes tiendas empiezan a mostrar mujeres bronceadas a punta de yodo en bikinis diminutos y bellísimos. Todo por $3.990. Y allá parte una, rogando porque esta vez no TODOS los bikinis sean a la cadera talla S, porque ni a las adolescentes raquíticas les quedan bien. Falsa esperanza: la moda es la moda. Así que empieza la batalla campal con alguna otra fémina de contextura robusta, todo para quedarse con el modelito pantaleta que no te hace rollo en color calipso con las costuras a los lados para evitar la temida y muy poco fina "pata de camello". Finalmente una lo logra, alcanza ese bikini bello y sentador, y entra al probador. Yo no sé en qué piensan en esas tiendas. Entre la incomodidad de probarse un bikini con calzones y el asco que da ese plastiquito autoadhesivo en "esa" zona, estos tipos nos torturan a punta de luz. Sí, porque la luz cenital en tonos fríos de los probadores de bikinis hacen que la celulitis resalte en la piel blanca como si fuera un close up de algún congreso dermatológico. Deprimida, una se va con lo que menos mal le queda. Claro, porque la cosa da para mucho. Si una está pasada de peso, ¿se tiene que poner bikini o trajebaño entero? No es fácil. Uno pensaría que el enterito disimula, pero no. Aplasta las pechugas hasta formar una masa, pone en relieve los rollos gracias al indisimulable brillo de la lycra, y si es muy grande de atrás hace que el poto parezca una carpa de circo. Por último el bikini logra obtener clemencia, siempre es más honesta la piel al desnudo. Pero de nuevo, ¿bikini grande o chico? Porque el grande también tiene el desagradable efecto carpa de circo, donde da la impresión de que se usaron miles de metros de tela para cubrirte el 10% de tu anatomía. Pero los chicos se incrustan, formando rollos donde habitualmente no los había. Un desastre. Por suerte todo eso se olvida en las vacaciones, donde en el fondo por mucha charcha que cuelgue una se siente regia estupenda saliendo del mar, de color dorado fascinante y con el pelo medio rucio y enmarañado de sal. Y si no, por lo menos logramos meternos al mar o a la piscina. Y al que no le guste, que mire para otro lado.

8/30/2006

Caramelo hirviente


Últimamente me ha tocado escuchar varias conversaciones acerca de un tema netamente femenino: la depilación. Acá nadie se la cuestiona, no se ve como un plus, es simplemente lo mínimo que se le pide a una mujer: piernas suaves y lampiñas, axilas prístinas. Lo que la mujer haga para lograrlo a nadie conmueve. Pero perdónenme: la depilación con cera DUELE. La Silkepil parece inventada por la Inquisición española. De hecho, a mí me duele más la Silkepil que cuando me hice mi tatuaje. Y la Gillette es de cortísimo alcance: a los dos días una tiene más cañones que la Segunda Guerra. Desde los tiempos en que las árabes se depilaban nada menos que con caramelo (auch) hasta hoy no hay mucho nuevo bajo el Sol. Las quemaduras son frecuentes, resultando en la pérdida de la epidermis completa. De verdad, la dermis queda expuesta. Cuando se quiebra la cera por impericia de la depiladora es como para llorar. Yo tengo una No!No!, pero igual es pajera. O sea, un desagrado total. Hay muchas de mis congéneres que opinan que no duele nada, que lo hacen por ellas, etc. Pero si se tuvieran que ir a una isla con puras mujeres, ¿empacarían Gillete o cera Veets? Yo creo que no. Es muy molesto. Pero claro, es EL MÍNIMO que los perlas exigen. Si fuera al revés, apuesto a que no nos pescarían ni en bajada a por ejemplo depilarse la espalda (tipo el mino de Charlotte, de Sex and the City). Hay una tendencia a cuando una ya lleva muuucho tiempo emparejada y es invierno, a dejarse estar y transformarse en King Kong invernal. Una vez leí que la mujer casada que se empezaba a depilar en invierno era porque inequívocamente tenía amante. Pero bueno, piernas y axilas ya están integradas en nuestro disco duro social. Pero ahora se viene la nueva tendencia: ¡Depilación total de "esa" área! No rebaje, total. Mohicano, o brasilera completa (actualmente apodada la "Telly Savalas" por culpa de una comedia gringa). Claro, total, a ellos no les pica cuando crecen los pelos, ni se queman con la cera, etc. Supe este fin de semana que existe un tipo que opina que todas las mujeres deberían estar perfectamente depiladas ahí mismo, que es el mínimo cuidado, etc. etc. Y él, para no ser menos, se afeitaba los testículos para verse "aseadito". Sólo como dato, tiene 44 años y ya se ha separado dos veces. ¿No será musho? ¿No basta ya con la tortura cíclica de piernas y axilas (y otras partes según el nivel de vellosidad de la dama)? Por favor, ¡dejemos de sumar imposiciones pelotudas a nuestras vidas! Eso de que para ser bella hay que ver estrellas dejémoslo en el pasado. O tarde o temprano a alguien se le va a ocurrir de que es sexy arrancarse las uñas de raíz, y ahí sí que las vamos a ver negras.

8/15/2006

Chico malo

Supongo que les pasa a muchas, pero yo no me puedo resistir a un chico malo. Esos eternos lobos esteparios de mirada dura y mandíbula cuadrada, que primero son capaces de cortarse una mano antes de dar muestras de debilidad. Por lo general son antisistema, antipinochetistas, anticoncertacionistas, anticapitalistas, anticomunistas y cualquier anti que a uno se le ocurra. Es inevitable querer ser cobijada en su pecho enfundado en una chaqueta de cuero bien usada, con un dejo a tabaco y alcohol. Querer tirárselo en un motel barato, tipo película gringa, y aullarle juntos a la Luna llena. Sentirse protegida por este tipo duro, bello. Escandalizar a familiares cercanos y lejanos, clavarle las uñas en su espalda fibrosa para dejarlo marcado, para que no se te vaya a ir en alguna de sus noches de juerga. Estos hombres no te invitan: esperan que tú pagues por el privilegio de ser la elegida de la noche. Cada muestra de cariño de estos tipos vale por ocho del resto, por lo escasas. Esos instantes breves en que te miran fijamente a los ojos, y con su voz más profunda te dicen: "Me caes bien", porque parecen ser incapaces de verbalizar algo más comprometido que eso. Y claro, una la tonta llega a tiritar de la emoción. Porque ÉL, el chico malo, te pesca. Nos compramos completo el cuento de que en el fondo los americanos son dulces. Y es verdad, en el fondo son dulces, no son más que niñitos que juegan a ser "chori". Pero no son mucho más que eso, y al final es una la que los protege de este mundo malo que les exige trabajar y apoyar a su pareja. Después de su diatriba antisistema nº 678, ya una los empieza a encontrar un poquitín pegados. Cuando no son capaces de nada por estar carreteados, una ya se empieza a aburrir de tanto rock. Y termina dándose cuenta de que su parada antisistema es simplemente la defensa ante su propia incapacidad de adaptarse a algún sistema, sin importar cuál. Y el tiempo pasa, la chaqueta de cuero le empieza a quedar apretada, y en vez de parecer un rebelde sin causa entra en el ítem Negro Piñera. Bajo su cuadrada mandíbula cuelgan charchas de grasa, y entra definitivamente en la decadencia del chico malo. Queda "marlonbrandeado", por decirlo en palabras de una amiga. Pero sigue gritándole a los cuatro vientos que su libertad es lo más importante, y ya no queda nadie alrededor para escucharlo.

8/01/2006

Bésame mucho


Qué cosa más rica que los besos. Besos, besotes, besitos, besos con lengua, sin lengua, esquinaditos. Y tan escasos que son. Cuando uno ya lleva mucho tiempo con alguien da muchos besos, pero pocos memorables. Mucho besito de buenos días, de buenas noches, castos besitos cariñosos. Pocos besos de esos que parecen acabar con la respiración para siempre. Y si una está soltera conseguir besos tampoco es fácil. O sea, técnicamente es facilísimo, pero es difícil encontrar a alguien que deje su huella. Pero la búsqueda es tan entretenida... Cuando chica era todavía más fácil. Bastaba que pusieran "Juego de Seducción" de Soda Stereo, o algún lento, y listo. El galán de turno estaba cocinado. Echo de menos esas épocas livianas, de besuqueos sin mañana. Sin siquiera pensar que la cosa podía llegar a mayores, sin pensar en moteles, ni departamentos, ni siquiera en rincones oscuritos. Únicamente el placer de esperar el beso, de mordisquear suavecito labios ajenos. Rico. Conversando con otras mujeres hemos llegado a la conclusión de que se pueden perdonar muchas cosas en un hombre: falta de tino, barseos varios, incluso la tan temida falta de "equipamiento". Pero que no sepa atracar como Dios manda, eso es imperdonable. Sobre todo a estas alturas, donde la mala técnica no se le puede achacar a la vergüenza, la poca experiencia o los frenillos. Con un puro beso una ya sabe cómo va a ir la cosa. O al menos lo puede suponer. Y si el hombre es "el Hombre", la cosa se pone mejor todavía. Nada mejor que esos besos esperados, de abrir la puerta y tirarte encima de alguien que amas o al menos te gusta mucho, y sentir cómo se te aflojan las rodillas y te transformas en un puro beso. Y bueno, para terminar esta romántica reflexión (no sé qué me pasa que ando tan cargadita al azúcar) copio sin asco al copyright este capítulo de "Rayuela", de Cortázar, uno de mis libros favoritos. Disfrútenlo.

Capítulo 7


Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

7/21/2006

Planchas


A quién no le ha pasado confundirse, pajaronearse, irse en volá y quedar en ridículo. Si uno tiene la autoestima bien puesta puede aguantar hacer un ratito el loco, pero en terrenos amorosos la tolerancia al ridículo baja considerablemente. Una trata de mantener la compostura, poner cara de "aquí no ha pasado nada" y adoptar un aire de distante misterio. Mal. Por ejemplo, el tema con toda clase de accidentes fisiológicos da como para una enciclopedia. Yo hasta he fingido un arrepentimiento feroz del tipo "¡No! ¡Esto no puede ser!" para ocultar un indiscretísimo crujido de tripas. Preferí el drama a la plancha. Otra vez tuve que cometer un acto repulsivo. Por primera vez mi Príncipe Azul, ese que no me había pescado en años, finalmente se decidía a besarme. Estábamos en una pieza a oscuras, tendidos en el suelo, cuando por un evidente mal manejo motriz mi querubín me pegó un sendo codazo en la nariz. De inmediato sentí cómo se me inundaba la boca de sangre. La reacción lógica habría sido pararse, ir al baño, contener la hemorragia, etc. Pero no: no me iba a exponer a esa situación de ridículo público. Estoicamente empecé a tragar, con tanta aplicación que mi galán nunca se enteró de que casi me deja a lo Martín Vargas. Lo peor fue cuando salió el coágulo, y me lo tuve que tragar también. Se me llenaron los ojos de lágrimas del asco. Pero al menos él nunca se enteró. Salvé digna. No siempre he tenido la misma suerte: una vez me atraganté con un mondadientes (sí, casi me lo tragué...) y escupí pollo a varios metros a mi alrededor, quedando incluso con un pedazo de pollo en la frente que fue delicadamente señalado por mi acompañante. Ajjjjjjjjj. Y para qué cuento todo esto, por qué esta catarsis pública de mis torpezas. La idea es la siguiente: ahora les toca a ustedes. Cuéntenme sus chascarrillos, propios o ajenos. Hagamos un catastro de situaciones olvidables, de esos momentos antiKodak. Porque todos hemos estado ahí, en esa situación en que te crees lo máximo, lejos lo mejor, más seductor y rico del Universo, la tan codiciada última CocaCola del desierto. Hasta que algo te hace caer al nivel de los mortales y te deja revolcándote en tu miseria. Démonos cuenta: a todos nos pasa. Así que a no avergonzarse tanto y a ser caritativo con las vergüenzas ajenas. Catarsis, ésa es la solución.

7/11/2006

Bate Bate Chocolate...


Sigo pasando por una pésima racha. He llorado hasta la deshidratación, me he quejado amargamente, he puteado de lo lindo. Todo eso ayuda, pero hay algo más simple y decoroso que nunca falla: un buen chocolate. Hay numerosos estudios que hablan de que las mujeres que comen diariamente una porción de chocolate tienen una mejor vida sexual que las que no (http://www.chocolate.org/misc/hot-chocolate.html), e incluso se habla de que un 50% de la población femenina prefiere comer chocolate a tener sexo. Yo no sé si llego a tanto, pero claramente me sube bastante el ánimo zamparme un delicioso Sahne-Nuss, un chocolate caliente bien espeso o un chocolate con avellanas. Cucharear un tarro de Nutella es una experiencia casi mística. Nada más rico que cuando la espesa pasta se pega en el paladar y hay que removerla con la lengua, para finalmente tragarla y sentir cómo va recubriendo tu garganta con una capa aterciopelada de chocolate. De hecho, por su textura untuosa es especialmente apropiada para realizar algunas proezas amatorias. Se puede esparcir en el cuerpo de la pareja, chuparla de los dedos del amante, sorberla desde sus labios, y otros usos que por decoro me guardo. Es la mejor manera de combinar gula y lujuria, siempre tan emparentadas. Y así no hay que optar entre sexo y chocolate, se pueden tener ambos al unísono y alcanzar la perfección. ¿Qué haríamos las mujeres sin chocolate? Porque este es un vicio eminentemente femenino. Conozco hombres chocolatómanos, pero conozco mil veces más mujeres con la misma condición. Desde el humilde In Kat (que malamente se puede llamar chocolate) hasta los chocolates Damien Mercier, pasando por Trencito y esas maravillas redonditas que son los bombones Ferrero Rocher, todos ellos nos hacen felices con tan poco. Incluso hay dietólogos varios que recomiendan chocolate en las dietas, de ese con 70% cacao, llenito de antioxidantes para seguir fornicando hasta avanzada edad. Así que a comer sin culpas y a saturarse de endorfinas, que un placer tan inocente no se puede menospreciar.

7/01/2006

Sed de Mall


Esta semana ha sido mala, para mí y mis amigos. He andado bajoneada, cansada, con típicos cuestionamientos sobre mi vida y llantos en el auto escuchando música bajoneante. Bastante patético todo. Nada me subía el ánimo, y entré en el ciclo autodestructivo de la papa frita y el Mc'Donalds. Hasta ayer. Mi amiga Witch me llamó para que la acompañara a la venta nocturna del Alto Las Condes y fui, recién pagadita. Habían hordas de gente, el estacionamiento estaba llenísimo, para desplazarse había que afilar los codos y olvidarse del respeto al prójimo. Cuando entré a Zara casi me asfixio. Había una fila para el probador que hacía cachirulos por el local. Cualquiera pensaría que era una tortura, pero no. Mi cerebro ya secretaba las endorfinas que me hacían disfrutar el show, toquetear todos los vestidos para encontrar el más suavecito, la polera más transparente, y de mi talla, cosa que no es trivial. Sentía un placer ancestral, mi instinto recolector ronroneaba satisfecho. Cuando la mayor preocupación es encontrar un vestido que no cueste un ojo de la cara, o arrebatarle esa polera con brillitos a esa perra que se va a llevar la última, ni importa si el resto de tu vida anda mal. Por un rato te enfocas en cosas triviales. Y cuando al fin encuentras algo qué llevarte, el placer de la labor cumplida es tibio y reconfortante. En mi caso fueron unos zapatos peluditos, de taco alto, con punta redonda y estampado de leopardo. Maravillosos y prácticamente imponibles, un objeto del deseo. Yo sé que esto es bastante incomprensible para muchos, sobre todo para los del sexo opuesto. De hecho, He-Man lo va a encontrar indignante, me imagino. Pero no saben lo que se pierden. Es superficial, sí. Y caro. Y de verdad no te arregla la vida. Pero como medida remedial inmediata, anda de maravillas. Mis amigos bajoneados no tienen cómo descargarse, lo que hace la rutina autodestructiva muy atractiva. Convengo en que hacer zumbar las tarjetas no es de lo más sano, pero al menos tengo zapatos bellos. Y por último, me gasto mi plata no más. Sigo achacada, pero apenas llegué me puse mis zapatos adorados, y los modelé delante de mi espejo, y pude sentirme el hoyo del queque por un rato. Y ahora voy a salir con mi pololo, por primera vez en mucho tiempo, porque tengo URGENCIA de ponérmelos, y arreglarme, y todas esas cosas que no hago hace rato. O sea que al menos por un ratito me voy a poder sentir con el mundo a mis pies, bajo los tacos estilizados de mis zapatos de leopardo. Y voy a tener un minuto de respiro. Para todo lo demás, existe Mastercard.

6/23/2006

La perfecta ama de casa


Leyendo un blog de un gringo escéptico, caí en un post que relataba una noticia impactante. Resulta que un leñador croata se tuvo que hacer un transplante renal. El tema es que ahora está presentando una demanda, porque recibió un riñón de mujer. ¿Y qué tiene? pensarán ustedes. Pues bien, el tipo alega que desde que le pusieron el riñón femenino que ya no disfruta saliendo con sus amigotes a emborracharse, sino que ahora ha "desarrollado una extraña pasión por labores femeninas tales como planchar, coser, lavar platos, ordenar la ropa en los guardarropas e incluso tejer"(traducido, pero sic). Que antes esperaba que su esposa hiciera esas cosas, pero que ahora lo encontraba relajante, y se sentía realizado. ¿Qué tal? Extraña pasión... Hasta lo que yo sé, ninguna mujer se apasiona por el planchado y por la limpeza de WC. Ni se siente realizada por separar la ropa de invierno de la de verano. Pero existe el mito de que no sólo estamos genéticamente diseñadas para este tipo de labores, sino que además nos fascinan. Ustedes dirán que este comentario es antediluviano, pero no se crean. Hace un par de años fui a un asado de reencuentro de generación del colegio, y algo que me llamó fuertemente la atención fue que mientras los hombres corrían detrás de una pelota (porque ahí si que están genéticamente diseñados...) el 95% de las mujeres estaban en la cocina, haciendo ensaladas. Pasé por la cocina, y todas estaban con cara de lata. Me miraron con bastante odio cuando me corrí olímpicamente de la pelada de papas. Y varios de los Ronaldinhos frustrados miraron como insinuando que era una floja por no picar cebolla. No digo que todos, pero sí algunos. Les aseguro que se habrían sorprendido si alguna mujer se quejara de haber estado encerrada desvenando apio. Para ellos, el equivalente de la pichanga masculina es encerrarse en una cocina oscura a hacer comida. Y también, ¿cuál es el afán de amargarse la vida las minas? Nadie les dice directamente que hagan esas cosas. Solitas se meten en lo que incluso ellas consideran "su lugar". Y después se quejan. Porque si no lo hacen ellas, ¿entonces quién? Ni se les ocurre que quizás nadie debería hacerlo, o el que quiera comer ensalada que se haga una. Pero no es así la cosa. Claro, si alguien quiere tomate, que lo pele una mujer. Los hombres dirán que no saben pelar tomates. Ni tomar guaguas. Ni mudar guaguas. Ni nada que sea medianamente tedioso/asqueroso/rutinario. Obviamente hay hombres que son la honrosa excepción a la regla (por suerte mi novio es uno de ellos). Y también hay mujeres que detestan cualquier labor doméstica, o que simplemente son pésimas haciéndolas. Yo no sé coser. Igual lo hago, por necesidad, pero no me queda bonito. Apenas funcional. Odio lavar cualquier cosa: platos, baños, ropa. Detesto pasar la aspiradora, jamás he planchado, mi closet es caótico, lo único que me gusta es cocinar, y eso a veces. Ergo, la cuestioncita no es genética. Por otro lado, ¿por qué un riñón de mujer le va a quitar las ganas de salir a emborracharse con los amigos? Aaaahhh, se me olvidaba: las mujeres somos caseras "por naturaleza", abstemias "por genética", quitaditas de bulla. O al menos deberíamos aspirar a serlo. ¿Machismos anacrónicos de un croata ignorante? No se crean. El hermano menor de una amiga se casó, y una de sus primeras peleas fue cuando su mujer, que trabajaba y criaba a su hija, le sirvió la comida, él le espetó que no se había casado para comer tallarines. Cáchense el perlita. Y la cosa es mediáticamente común. ¿Cuántos comerciales de detergente o lavalozas se dirige exclusivamente a un público masculino? Cosa de ver el de Suavitel. Papá y niñito se van juntos a pescar. Mamá abre la botella de suavizante Suavitel y se acuerda de su hijo. Hablan por celular. El hijo huele su chaleco, con olor al producto, y se acuerda de su mamá. O sea, todo el mundo emocional de la pobre mina pasa por el suavizante de ropa. Y se puede inferir que su olor corporal ya es el mismo que el de Suavitel, y por eso el niño la recuerda. Puaj. Y lo peor de ese estereotipo es que muchas veces somos nosotras las que lo perpetuamos, las que nos encerramos en una cocina en vez de pedir colaboración masculina. Si a veces nos pasamos de tontas.

Para el que quiera revisar el post original: http://skeptico.blogs.com/skeptico/2006/01/hes_a_lumberjac.html

6/17/2006

Quien te quiere te aporrea


Acabo de enterarme de que una prima mía se separa. Eso no debería asombrar a nadie, nunca me gustó su marido. El tema es el motivo de la separación. Resulta que esta especie de kuchen desabrido le pegaba con bastante frecuencia. Un ojo morado fue la gota que rebalsó el vaso. La hermana menor de esta mujer ya estaba separada por el mismo motivo. Ambas mujeres son de buena familia, con plata, profesionales ejerciendo su profesión (odontóloga e ingeniera comercial). Pero igual aguantaron un tiempo siendo golpeadas. Y eso ya se escapa absolutamente de mi comprensión. Porque es bien distinto decir "me pegó" a "me pegaba". Puedo entender el "me pegó". Yo no podría asegurar que nunca nadie me va a pegar. Quizás alguna pareja, en alguna circunstancia, me pegue. Pero eso sería. Una sola vez, debut y despedida. La prolongación del sufrimiento es algo que de verdad no entiendo. Pero habría que estar en ese moreteado pellejo para saber qué es lo que impulsa a las mujeres abusadas a seguir al lado de los abusadores. Supongo que hay costubre, vergüenza, miedo, y algo parecido a un retorcido síndrome de Estocolmo. Ejemplo de esto es esa mujer a la que su pareja le quemó los genitales con un alicate al rojo, todo para que ella saliera hablando en su defensa y lo fuera a ver a la cárcel los escasos días que pasó detenido. Al final a ese tipo le dieron pena remitida... Por suerte hubo escándalo y se falló de nuevo, para que pase algún tiempo en cana. Hubo lesiones graves de por medio, fue un acto premeditado y alevoso (ella estaba durmiendo cuando él la atacó), pero la pena es de un par de añitos no más. Sale más barato pegarle a la propia mujer que a un desconocido en la calle. En vez de sanciones se aplican medidas de restricción que nadie fiscaliza. Así es como la mayor parte de los femicidios son a manos de la pareja, y en gran parte de ellos ya mediaba una orden de restricción. Es indignante cómo las mujeres estamos desprotegidas, y eso que somos una minoría del 50%. Violadas, golpeadas, abusadas, maltratadas. Y lo más perverso es que muchas veces nosotras mismas somos las que validamos este tipo de conducta ya sea con un asentimiento explícito o con nuestro silencio. Es siniestro: estamos a merced de cualquiera que tenga mayor fuerza física. La ley no nos apoya. Los que nos deberían proteger no nos creen. Y la sociedad completa no acusa recibo. En la radio cantan "y si ella no se porta bien, dale con el látigo", "hey mami si te portas mal con el palo te voy a castigar". Y pasa piola. Si en vez de mujeres dijeran negros, o judíos, ardería Troya, por discriminación e incitación a la violencia. Pero todos se ríen y encuentran que una es una feminista amargada si se ofende por un chiste machista. Díganme ustedes: ¿cuántas veces han dicho un chiste de negros delante de un negro? ¿O de gallegos delante de un español? ¿O de judíos delante de un judío? Y ahora piensen, cuántas veces han dicho algún chiste machista delante de una mujer. Piensen, cuántos consideran abuso las ofensas verbales en la calle, gratuitas, de alto contenido sexual que cualquier desconocido se siente en el derecho de proferir. A mí me han seguido varias cuadras diciéndome obscenidades. Pero eso queda impune. El agarrón, el manoseo. Todo eso es una forma de abuso. Se parte por lo más pequeño: darse cuenta de que no por ser mujer se está en una categoría inferior. Y nosotras, las mujeres tenemos que dejar de comportarnos como minoría oprimida, dejar de avalar o justificar el maltrato en cualquier forma. De ahí para adelante queda un camino largo, como sociedad. Ojalá logremos recorrerlo.

6/02/2006

El salto del lemming*


* Pequeño roedor del Artico, que según cuenta la leyenda se suicida tirándose de un precipicio si su población crece demasiado.

Hoy ando más dulce que de costumbre. Debe ser que vengo saliendo de un resfrío, y todavía ando hipersensible. Melancólica. Y me dieron ganas de hablar de lo bueno, de lo que hace que hombres y mujeres aguantemos neuras varias, disgustos, enojos y enfurruñamientos. Todo lo malo de la relación hombre-mujer da lo mismo comparado a la sensación de enamoramiento, el minuto exacto en el que caemos redonditas. No sé cómo será esto para los hombres. Y tampoco sé tanto cómo es para las mujeres. De ese momento no se habla muy claramente, no sé si porque es algo muy privado o porque el terror a la siutiquería nos lo impide. Tal como dice un amigo, las palabras relacionadas al amor suelen ser feas. Por eso, cualquier siutiquería o cuafería, les ruego perdonarla. Pero quiero hablar de ese momento en el que todavía no ha pasado nada, pero se huele en el aire que se viene algo importante. Esa espera tensa, en la que la piel llega a doler un poco, como queriéndose escapar para ir a encontrarse con la piel del otro. En ese instante uno toma consciencia de cada milímetro cuadrado de piel expectante, siente el calor del otro aún cuando esté a medio metro de distancia, ensancha la nariz para capturar hasta la última molécula de olor del cuerpo deseado. Los músculos se tensan, sin decidirse entre dejarse ir y simplemente hacer la primera movida o contener todo movimiento, negando toda cercanía, esperando. Y entonces empieza una serie de acercamientos imperceptibles, milimétricos, calculadísimos, camuflados habitualmente por una conversación cada vez más trabajosa. Hasta lograrlo: el roce inicial, que en cualquier otra circunstancia habría pasado desapercibido, pero que en este estado de hipersensibilidad se siente como un relámpago en los nervios. Todo luego es irreversible, y apenas los labios se rozan, viene esa sensación tan inmensa, que muchos han descrito como mariposas en el estómago, pero que tiene mucho de nudo, de vacío, de canasto de anguilas vivas. ¿Cómo no va a valer la pena? Por eso la Naturaleza es sabia, y nos permite olvidar un poco ese minuto, para no transformarnos en infieles compulsivos. Esa sensación enorme se reemplaza después con algo dulce y tierno, la tibia comodidad de la costumbre, tan mirada a huevo. Yo encuentro impagable buscar con mi pie en la cama sabiendo que voy a encontrar el pie de mi novio para trenzarme con él. Pero quizás esto se termine de la manera más dolorosa posible, una nunca sabe. Y es ahí donde el recuerdo de los primeros momentos surge con toda su fuerza, y hace que una se rearme y siga buscando. Sin la memoria de esos minutos adrenalínicos del inicio, quizás una tiraría la toalla con más facilidad y dejaría de buscar para evitar sufrir de nuevo. Pero seguimos, como el conejito Duracell, transformados en lemmings que saltan alegres al abismo.

5/23/2006

Brujas


Ya estoy cansada de que me digan que soy bruja. Es el insulto de moda, yo creo que a todas se lo han dicho. Y si no se lo han dicho, algo debe andar mal. Mucha bromita al respecto, si una mujer se monta en el macho porque el novio de marras se pastelea, no hay tu tía: bruja. "No me brujees, quiero ser libre" es el mantra masculino. Y claro, sólo una desubicada con problemas de autoestima puede cometer el despropósito de preguntar "dónde estabas" al perlita que viene llegando a las 6 am. Aquí, para los que me conocen, se va a hacer evidente que hablo por la herida. Pero no se crean, el problema es bastante común. Las que no son brujas según parámetros masculinos se pasan mordiendo la lengua para no mostrar la hilacha, una vida completa pisando huevos, no vaya a ser que los indefensos y bienintencionados pasteles las encuentren brujas. Antes las mujeres no tenían ni el más mínimo escrúpulo en brujear. Pero ahora, díganme chicas, ¿cuándo fue la última vez que las pasaron a buscar para salir, tocaron el timbre de sus casas y saludaron a sus familias? Ahora o es una la que pasa a buscar, o te llaman desde la calle por celular para que salgas rapidito. Eso no pasaba antes... Cuando las mujeres no temían exigir un par de cositas. Pero ahora... Llegadas tarde, plantones, desapariciones misteriosas y salidas con otras mujeres entran en la categoría de "tema intratable", porque apenas una insinúa alguna objeción, zás, bruja. El tema al revés, obviamente, no es igual. Si es una la desaparecida, el tipo en cuestión se siente con total libertad de rastrearte compulsivamente por celular (he visto casos alarmantes de 43 llamadas perdidas en una noche), llamar a tus amigas y familiares para saber dónde andas, repasar minuto a minuto tu itinerario para averiguar por qué te atrasaste 20 minutos en pasarlo a buscar. Si no les gusta que fumes o que tomes o que comas o que digas garabatos te sermonean a vista y paciencia de cualquiera. Y pobre de tí si sales con algún amigo, y además llegas tarde en la noche. Infierno asegurado. Pero claro, diles que son brujos, y se ríen en tu cara. "Bruja serás tú", te dicen mientras revisan tu diario de vida buscando pruebas incriminatorias.

3/25/2006

El despecho


¿Quién no lo ha sentido? Yo creo que todos hemos pasado por ese exquisito sentimiento vengativo alguna vez. Llega un momento en que tus ojos se abren, y ese ser humano perfecto que te traía de cabeza aparece lleno de pústulas fétidas delante tuyo. Logras darte cuenta de que simplemente no te pescaron, de que no es que no te llame porque te quiere tanto que está asustado, sino que no se acuerda de tí en semanas. Al principio algo te hueles, pero justificas sus acciones: tiene mucho trabajo, está deprimido, está siempre pendiente de esa amiga que lo llama tanto pero es de puro buena gente, porque sólo tú le gustas. Tus amigas te lo advierten, hasta tu mamá mete cuchara. Pero tú sigues pensando que él es perfecto pero "un poco olvidadizo". Hasta que algo hace click. O él te lo dice de frente, o te lo manda a decir con un amigo o lo pillas con otra... Y ahí, llanto y desesperación. El mundo se derrumba, sientes que sólo él en todo el mundo era tu pareja perfecta, y empiezas a buscar conventos en las páginas amarillas, total tu vida ya está acabada. Pero la vida sigue, y viene la etapa del olvido voluntario. Empiezas a borrar todo lo que te pueda hacer recordarlo. Sacas su número del celular, borras su mail de tu libreta de contactos, quemas sus fotos, lo sacas para siempre de tus amiguitos de messenger. Sólo entonces se hace evidente tu patetismo: su apellido era tu password en todas las cuentas de mail, tenías guardado un mensaje de texto de hace diez meses atrás, le tenías una carpeta especial a sus mails... Y de la pura vergüenza pasas al odio irracional. Y llegamos al despecho.Lo odias, lo encuentras miserable, le clavas alfileres a su muñequito de vudú, le mandas un paquete con caca por correo, le dices a todos que era impotente y precoz, le mandas recados por la radio, imaginas una y mil veces la manera de vengarte. Probablemente te pongas harto más promiscua por esas fechas, para demostrarle que es uno entre mil y que tú sigues siendo tan rica que todos quieren contigo. Después de encontrarlo perfecto, todo lo de él te molesta. Como esa vez que comió papas fritas y no te ofreció, o la vez que combinó mal sus calcetines y su cinturón. Y lo odias, ¡¡LO ODIAS!! ¿Cómo no va a ser delicioso? Dejas de ser una pobre babosa enamorada para transformarte en una fiera ávida de sangre y cortadora de testículos. Después se pasa y vuelves a una tibia indiferencia, pero el depecho ya logró su cometido: darte energías, entretenerte, hacerte olvidar, y cuando ya ha pasado un tiempo prudente, miras para atrás y dices: "¿Y por este imbécil armé todo ese escándalo?". Y bueno, para todas las despechadas, una cancioncita de lo más adecuada. Es de Paquita la del Barrio... Disfrútenla.


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3/24/2006

Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa...


Desde tiempos bíblicos somos las culpables de todo. Nos dejamos tentar con una manzanita, y peor aún, tentamos al debilucho de Adán. A nosotras nos engrupió el Señor de las Tinieblas en persona, Adán apenas se hizo de rogar, y somos nosotras las culpables. Arrastramos ese estigma por siglos: casi todo condoro histórico es y ha sido culpa de una mujer. La guerra de Troya fue por culpa de la casquivana Helena, y no por un arranque posesivo y estúpido de Menelao. Y así sigue. Chile envejece, porque las mujeres somos tan egoístas que ya no queremos dedicarnos a parir con dolor un promedio de cinco cabros chicos, y no porque el sistema impuesto por los hombres desaliente el compatibilizar la maternidad y el trabajo, o porque sea más barato un plan sin útero en la isapre. Y claro, de tanto que nos machacan desde la peste negra hasta el alza de impuestos, nos hemos transformado en una máquina de culpabilidad. Nos sentimos culpables por acción y omisión, si un niño sale algo disfuncional la madre se pasa horas comiéndose las uñas hasta el codo culpándose por no haber estado ahí cuando al retoño se le cayó su diente de leche número 22. Seguro que fue eso lo que le malogró la siquis. Por siglos y siglos, la gran culpa femenina fue el sexo. Si cometía la indiscreción de arrancarse con los tarros, ahí venía un arrepentimiento feroz. Si lo pasaba demasiado bien, lo expiaba con caridades varias. Si no le "cumplía" al marido, aceptaba casi con gratitud que él se acostara con otras, así se sentía menos culpable. Pero los tiempos han cambiado. La verdad, a no ser en casos de infidelidad con escándalo o de pornografía en estado etílico, poquísimas se arrepienten de lo tirado y lo bailado. Aunque nada es tan fácil. Con una cosa menos por qué autoflagelarse, nos sentimos vacías. Esto de la falta de culpa nos dejaba sin identidad. Y ahí vino la brillante idea: si no nos remuerde lo bailado, que nos remuerda lo comido. La comida reemplazó al sexo. ¿Qué mujer no se ha sentido un cerdo descontrolado por comerse un chocolate? ¿Qué hombre se siente una mala persona cuando se despacha una parrillada? Tomar café con azúcar en vez de Nutrasweet, comer bistec a lo pobre en vez de lechuga y tomar Coca-Cola normal en vez de light se ha transformado en nuestros nuevos pecados capitales. La expresión más brutal de la culpa es la bulimia: algo así como un exorcismo en clave regurgitada. Cuando las mujeres se culpaban por echarle el ojo al mozo de los caballos, ni se les pasaba por la mente vomitar la comida. Comer ahora es sucio, algo para hacer en privado. Un amigo una vez me preguntó si las mujeres comían completos, porque él nunca había visto a alguna fémina zamparse un hotdog. Es más lícito que te corran mano en público a que te vean en la Fuente Alemana. La serpiente anda por ahí, y ya no ofrece manzanas: ofrece un tarro de Nutella y una bolsa de papas fritas.